“No sólo es más fácil prevenir que curar, sino que es la única vía posible”

23-10-2017
Valentín Fuster, director general del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC)

Una de sus batallas personales es prevenir el infarto de miocardio. ¿Hacemos caso los españoles y los llamados países desarrollados?
Los infartos de miocardio y cerebrales son unos sucesos dramáticos desde el punto de vista personal. Pero, además, estos accidentes cardiovasculares son también globalmente dramáticos no sólo por ser la primera causa de muerte en el mundo, sino que, adicionalmente, su frecuencia está aumentando y el alto coste económico del tratamiento —tecnológico y farmacológico— ya es inaccesible en muchas regiones del mundo.


A pesar de que la enfermedad cardiovascular es todavía la principal causa de muerte, tal mortalidad relacionada con la edad ha ido descendiendo en los últimos 25-30 años. Un gran número de estudios sugieren que la reducción de los factores de riesgo y el tratamiento de la enfermedad una vez se ha detectado suponen alrededor de un 40 y 60 % de dicho descenso respectivamente.


A menos que la incidencia de la enfermedad cardiovascular disminuya al mismo ritmo que la mortalidad, durante los próximos 20-30 años experimentaremos un aumento en su prevalencia el cual es fácilmente predecible. Por lo tanto, se da la paradoja de que la prevalencia de la enfermedad cardiovascular continúa aumentando a pesar de los grandes avances en tecnología y tratamientos y la reducción en la mortalidad. Teniendo estos datos en consideración tendremos que hacer frente a un terrible costo económico. La solución está clara: promover la salud y prevenir la enfermedad cardiovascular.


¿El infarto de miocardio afecta a los países pobres o en vías de desarrollo?
Desde el punto de vista epidemiológico, la importancia de la patología cardiovascular queda fuera de toda duda, mostrándose como la principal causa de mortalidad tanto en países desarrollados como, de forma progresiva, en países menos desarrollados o con economías intermedias. Esto es en parte debido al alto consumo de hidratos de carbono porque son más baratos, a la conservación de los alimentos con sal, y a que las empresas tabacaleras están afincándose en estos países. Globalmente, se predice que la prevalencia de enfermedad cardiovascular va a aumentar.


Desde que en 2000 se lanzaran los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la ONU incluyó en el sexto objetivo, la lucha contra el sida, la malaria y la tuberculosis. No obstante, usted considera que se olvidaron de otra enfermedad más, las denominadas enfermedades crónicas. ¿Por qué?
Durante ese periodo insistí mucho para que se tuviera en cuenta también la enfermedad cardiovascular en la ONU ya que el impacto económico se estaba haciendo evidente. Esta enfermedad es crónica y se va desarrollando silenciosamente hasta que se presentan los primeros síntomas, generalmente dramáticos. Actualmente ya estamos utilizando las mismas redes que se crearon, por ejemplo, en África para la distribución de medicación y control del SIDA para controlar la enfermedad cardiovascular. Es un avance importante.


En 2010 creó la Fundación SHE (Science, Health and Education) para promover hábitos saludables entre los más jóvenes. ¿Está llegando su mensaje a los niños y a los adolescentes?
En España, una de las iniciativas más interesantes orientadas en este sentido es el PROGRAMA SI! de la Fundación Internacional SHE que menciona. Este programa desarrolla un marco educativo escolar para niños de 3 a 6 años en hábitos saludables. Los últimos datos nos confirman científicamente que estas intervenciones producen una mejor nutrición, un aumento en el ejercicio físico y una disminución de las tendencias crecientes de obesidad. Esperamos que, a largo plazo, tales intervenciones educativas a nivel escolar, ayuden a conseguir un aumento de la salud cardiovascular en la población y a una mejor calidad de vida.


En sus discursos aboga por hablar más de salud que de enfermedad. Como dice el dicho, ¿es más fácil prevenir que curar?

La carga económica que el tratamiento de la enfermedad cardiovascular supone es enorme, por lo que la oportunidad económica que nos supone centrarnos en la prevención está comenzando a evidenciarse en todos los estamentos. Esto ha sido claramente ilustrado con el informe realizado por Humana Inc. (compañía de seguros médicos de Estados Unidos) en el que se analizan los costes sanitarios generados por los individuos asintomáticos de alto riesgo sin historia de enfermedad cardiovascular. Algunos de estos individuos sufrieron ataques de corazón o accidentes cerebrovasculares y otros no. El coste sanitario anual para los individuos que no tuvieron eventos de esta tipo comenzó en 3.500 dólares y aumento hasta 5.000 dólares en un periodo de tres años. Para los individuos que tuvieron alguno de estos eventos, el coste inicial fue el mismo pero se elevó hasta 20.000 dólares cuando experimentaron los eventos mencionados anteriormente.


En el contexto de estos y otros parámetros económicos, los analistas coinciden en que en los próximos cincuenta años será imposible cubrir el gasto que supone hacer frente a las patologías cardiovasculares aplicando procedimientos de alta tecnología. Estos mismos expertos aducen que la forma de vencer esta epidemia es a través de la prevención y la promoción de la salud. Aún así, el problema sin resolver es la gran proporción de población que está destinada a sufrir un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular y no son conscientes de este riesgo. Todos estos datos nos demuestran que no es sólo más fácil prevenir (aunque yo prefiero el término promocionar la salud) que curar, sino que es la única vía posible.


*La entrevista completa, en el número 23 de la Revista Corresponsables.